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Nicolai Nicolaievich |
Condiciones previas
Es necesario entender que la Meditación Interior requiere, debido a la condición mental laberíntica de sus propios procesos, de un seguimiento claro, de un camino sistemático sin el cual es imposible lograr quietud interior.
Debe adoptarse inicialmente una postura lo suficientemente cómoda que permita al cuerpo físico permanecer sentado y erguido durante un tiempo variable, que puede estar entre algunos minutos a varias horas dependiendo del control logrado sobre la actividad física y mental.
Mientras la práctica transcurre, la identificación física postural se advierte cada vez menos. Es posible hacer la práctica también en un sillón si se padece de alguna molestia física. Sea precavido y siéntese lo suficientemente cómodo para evitar caer si pierde el equilibrio, en razón de la ausencia de localización física que opera mientras ahonda en la práctica.
Ha de elegirse un lugar que invite a la interiorización. Es preferible, aunque no obligatorio, un sitio que no distraiga la mente hacia el exterior. Una mente educada puede abstraerse en cualquier sitio, pues la condición de identificación con los sones externos y demás molestias que ocurren fuera de la práctica se regulan con la disciplina de años y años de trabajo interno.
Lógicamente, la salud corporal ayuda a crear una sensación física de menor lucha por la interiorización; pero aún así, una mente educada en la práctica meditativa puede sobreponerse a esta circunstancia.
Habiendo tomado una postura adecuada, a la cual su organismo esté acostumbrado, debe evitar moverse, pues el cambio corporal implica la creación de un eventual foco de apreciación del mundo externo.
Ambientes perfumados, ropas especiales, lugares energéticos y otras ayudas adicionales no pueden reemplazar el descontrol mental por quietud mental; no son más que ayudas a mentes que no pueden depender de sí mismas. Durante la abstracción que opera en la experimentación del mundo interior cesa todo contacto externo, pues de no suceder esto (la cesación del contacto externo mediante el desconectar de los sentidos) es imposible una experiencia continua en el mundo interior.
No busque una meta; deslícese por su interioridad como quien busca con capacidad de sorprenderse. Realice su práctica como algo único, como si cada vez viajara por un nuevo universo interior que está por conocer. Evite sistematizar y evocar pasos que presupone deben acontecer. No manipule la experiencia. Al igual que en un viaje, permítale al paisaje aparecer sin que usted intente traerlo. No se esfuerce por que ocurra uno u otro hecho. Simplemente, aprenda a situarse en actitud de estar Presente, en la expectativa de lo que acontece “dentro” de sí mismo.
No intente llegar al sitio o a la experiencia interior que alguna vez logró en alguna otra práctica. Deseche, inclusive, su sed de iluminación, pues aún tal anhelo es un obstáculo a la espontaneidad del Presente. El Presente no se hace a voluntad; simplemente, fluye en forma de “aquí y ahora” y es atrapado sin esfuerzo en el acto de la cognición en forma de atención en sí misma.
No desespere si no logra sumirse en el maravilloso mundo de la No-dualidad. Pueden pasar días, meses, años o vidas antes de que aprenda a Ser sin querer “ser algo”. La Meditación, aunque no requiere de una preparación previa, es enfrentada con mayor seguridad psicológica por quien ha librado la dura batalla mediante la disciplina de la práctica diaria.
No existen palabras, no existen puntos de comparación en la mente para aquella vivencia que perdura más allá del tiempo y del espacio, donde las fronteras de “nombre” y “forma” son inexistentes. Gozo supremo le es dado al meditador que, logrando el silencio mental, rasga los velos de la ilusión y se lanza al encuentro del abismo “sin forma” cuyo sustento es la Conciencia Pura No-dual, cuyo sostén es el Presente y su esencia es la Existencia sin límites y la Bienaventuranza Absoluta.
Ni el sacrificio, ni las mortificaciones físicas o mentales sirven de moneda de truque para comprar la anhelada libertad interior. Tampoco la tenencia de poderes psíquicos (siddhis) acercan a la “maravillosa visión”. Los poderes psíquicos suelen emerger de manera espontánea con el transcurrir de meses o años de prácticas. Sin embargo, no existe una condición de relación entre ellos y una vivencia clara, real y coherente de la realidad No-dual.
Puede creer usted en cualquier modalidad de divinidad, pero mientras medita obvie recordarla, evita interpretar mentalmente su realidad. Impida que su mente quede atrapada en los dorados hilos de los pensamientos cuya raíz procede de la rememoración del pasado; inclusive de los pensamientos de naturaleza divina, pues no son más que una expresión dulce del amargo veneno de la mente que, a través del “yo”, bebe en los variados e impermanentes estados duales de conciencia.
No busque apoyo mental alguno. Usted ya existe y, además sabe que existe; eso es suficiente. Tiene lo necesario para el encuentro con la No-dualidad: posee el don de Ser y Saber; nada más se requiere. Simplemente, fluya siendo Aquello que siempre ha Sido; no lo tiña de género, profesión, anhelo o caracterización alguna de cognición. Tan sólo fluya Siendo y Sabiendo que Existe, sin tener que interpretarlo, relacionarlo, inferirlo o compararlo con cualquier otro contenido evocado.
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