P.: El límite entre la aceptación y la volición es a veces muy difícil de encontrar. Con frecuencia se tiene una aceptación un poco volitiva y entonces uno se encuentra bloqueado por la voluntad de aceptar.
R.: En efecto, la aceptación no es una idea, sino una actitud interior en la que vivimos totalmente la libertad. No estamos ligados al objeto aceptado, sino al contrario: esta percepción original que es la aceptación nos libera de él. A menudo podemos constatar que nos dejamos embarcar en una situación que se vive con referencia a un yo y que esto crea en nosotros sufrimientos, perturbaciones psíquicas. Si estamos en una perspectiva de aceptación, la situación se ve de forma distinta: sin referencia a la noción de un yo, las nubes de la afectividad se disipan. Mantenemos nuestra autonomía respecto a la situación y podemos tener una conciencia clara de ella. La posición de espectador no-implicado es la única posibilidad de ser lúcido. Establecerse en esta actitud de aceptación, que se revela como centro de nuestro ser, va acompañado de una alegría pura, sin mezcla.
P.: ¿Corresponde esta actitud de aceptación a la actitud no-implicada, o significa la aceptación una acción positiva suplementaria? En otras palabras, ¿son idénticos los conceptos de “actitud no-volitiva”, “actitud no-implicada” y “aceptación”, o por “aceptación” se pide algo más?
R.: La actitud de aceptación es una actitud completamente libre de toda volición por constatar, por comprender lo que es. De esta actitud nace la acción, si ha lugar, y la inteligencia para esta acción. Se trata de una mirada sin prensión, sin referencia, sin comparación, sin juicio, sin conclusión. La acción que de ella fluye es perfectamente ética y estética. No puede aparecer la noción de culpabilidad ni la de responsabilidad, ya que una mirada tal no es la de una persona. En la aceptación, la noción de persona se desvanece.
Jean Klein, La mirada inocente
No hay comentarios:
Publicar un comentario